miércoles, 5 de septiembre de 2012

Pienso, luego me voy a dormir.

Hay un duende en la esquina, vigila desde su oscuridad, mide apenas un metro.
Hacía mucho que no me sentaba frente a este cacharro para hacer esto, solo recuerdo lo básico, Diana, enciende un cigarrillo, el humo quedará impregnado en el esmalte aún húmedo de las uñas, cada día más largas.
Hubo un tiempo en el que yo, y sabemos el final de la frase, solo algunos.
Cuando callejeaba por las calles de Pontevedra, caminando como si la vida hubiese perdido todo su jugo en alguna conversación, en alguna frase mal elaborada, llegué a pensar que era el final. Esto lo he pensado muchas veces. No tenemos ni idea de qué está pasando, me digo ahora, pero estamos aquí, y yo para escribir escucho a Jeff Buckley, que debería de hacerme llorar.
¿Que dónde he aparcado todo aquello?
Lo guardan los duendes de la montaña, los que hacen trenzas a los caballos para protegerlos, porque aman a los animales.
Ahora busco una corriente eléctrica, fuego azul, no pretendo, solo soy. Andar corriendo por el mundo me ha enseñado a caminar despacio, a que no hay nada mejor que acariciar la almohada al final del día, que soñar es barato, pero perseguir sueños absurdos sale caro.
Porque ¿qué podemos considerar un sueño?
¿La gente que sueña con la fama, realmente sueña? ¿No es, acaso, algún trauma de la niñez, una necesidad de ser el centro de atención que magnificamos?

Pero esta noche, estas noches, hay un duende de apariencia oscura y luz brillante, me mira y me piensa, y le pienso, y nos pensamos.

Y, lo único que me dice es: Diana, ya no recuerdas cómo se hacía. Diana, te importa demasiado eso de la gente. Diana, Diana, Dianita, Diana... Diana ¿has crecido? ¿Has olvidado aquellos momentos en los que tu cabeza estaba en blanco y solo escribías?

Sí, he olvidado dejar de pensar, y ¿quién se va a enamorar así?

El amor no está lleno de imágenes en la cabeza. Ni la cama.

Diana, olvídalo(s), que mañana es otro día, y, puede que sea el día en el que Diana vuelva.


Diana, vete a escuchar eso que todos temen, y que a ti te hace sacar cosas en claro.

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